Te damos la bienvenida al Anexo II de este Tratamiento Metafísico para la Prosperidad. ¡Deseamos que lo disfrutes a pleno!
El Temor a la Pobreza
No puede existir acuerdo alguno entre la pobreza y la riqueza. Los dos caminos que conducen a ellas van en direcciones opuestas.
Si lo que deseas son riquezas, tienes que negarte a aceptar cualquier circunstancia que conduzca hacia la pobreza.
– La palabra “riqueza” se utiliza aquí en su más amplio sentido, refiriéndonos con ella a los planos espiritual, mental y material. –
El punto de partida del camino que conduce a la riqueza es el deseo. En el primer paso, recibiste instrucciones completas para el uso adecuado del deseo.
En este anexo sobre el temor encontrarás instrucciones completas para preparar a tu mente con el propósito de hacer un uso práctico del deseo.
Así pues, éste es el lugar en el que se te planteará un desafío mediante el que determinarás de modo definitivo cuánta de esta filosofía has absorbido.
Aquí está el punto en el que puedes convertirte en profeta y pronosticar, con exactitud, qué te reserva el futuro.
Sí, después de haber leído este anexo, te hayas dispuesto a aceptar la pobreza, será mejor que prepares a tu mente para recibir pobreza.
Se trata de una decisión que no puedes evitar.
Si lo que exiges son riquezas, determina en qué forma las recibirá, y cuánto necesitarás para sentirte satisfecho.
Ya conoces el camino que conduce a la riqueza. Te hemos proporcionado una especie de mapa de carreteras que, si lo sigues, te mantendrá en la vía adecuada.
Si te descuidas y no inicias el recorrido del camino, o si te detienes antes de haber llegado, no podrás echarle la culpa a nadie, excepto a ti mismo.
Esa responsabilidad es exclusivamente tuya.
Ninguna justificación te salvará de aceptar la responsabilidad si ahora fracasas o si te niegas a exigirle riquezas a la vida, porque la aceptación te exige una sola cosa – la única que puedes controlar -, un estado de la mente.
Un estado mental es algo que uno asume. No se puede comprar, sino que ha de ser creado.
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El Temor Más Destructivo
El temor a la pobreza es un estado mental, ¡nada más! Pero es suficiente para destruir las posibilidades de alcanzar los logros deseados en cualquier empresa.
Este temor paraliza la facultad de razonamiento, destruye la facultad de la imaginación, elimina la confianza en sí mismo, socava el entusiasmo, desanima la iniciativa, conduce a la incertidumbre de propósito, estimula la postergación, elimina el entusiasmo y convierte el autocontrol en una imposibilidad.
Le arrebata a uno el encanto de la personalidad, destruye la posibilidad de pensar con exactitud, distrae la concentración del esfuerzo, domina la perseverancia, reduce la fuerza de voluntad a la nada, destruye la ambición, ensombrece la memoria e invita al fracaso en toda forma concebible.
Mata el amor y asesina las emociones más exquisitas del corazón, desanima la amistad e invita al desastre en cien formas diferentes, conduce al insomnio, la miseria y la infelicidad, y todo ello a pesar de la evidente verdad de que vivimos en un mundo de sobreabundancia de todo aquello que podamos desear, sin nada que se interponga entre nosotros y nuestros deseos, excepto la falta de un propósito definido y específico.
El temor a la pobreza es, sin dudas, el más destructivo de los seis temores básicos.
Ha sido situado a la cabecera de la lista porque resulta el más difícil de dominar. El temor a la pobreza surge de la tendencia heredada del ser humano a devorar a sus semejantes en el plano económico.
Casi todos los animales inferiores se ven motivados por el instinto, pero su capacidad para “pensar” es limitada y, en consecuencia, se devoran físicamente los unos a los otros.
El ser humano, con su sentido superior de la intuición, y capacidad para pensar y razonar, no se come físicamente a su semejante; obtiene mayor satisfacción cuando lo devora financieramente.
El ser humano es tan avaricioso que se ha necesitado aprobar toda clase de leyes concebibles para salvaguardarlo de sus semejantes.
Nada produce tanto sufrimiento y humillación al ser humano como la pobreza. Sólo aquellos que la han experimentado comprenden todo el significado de esta afirmación.
No es de extrañar que el ser humano tema a la pobreza.
A lo largo de una abundante serie de experiencias heredadas, el ser humano ha aprendido que no se puede confiar en algunos de su especie cuando se trata de cuestiones relacionadas con el dinero y con las posesiones terrenales.
El ser humano experimenta tal ansiedad por poseer riqueza que está dispuesto a adquirirla de todas las maneras posibles -por medios legales si es posible o por otros si es necesario o conveniente-.
El autoanálisis puede poner al descubierto debilidades que a uno no le gustaría reconocer.
Esta forma de examen es esencial para todos aquellos que exigen de la vida algo más que mediocridad y pobreza.
Al analizarte a ti mismo punto por punto, recuerda que, en este caso, tú eres juez y parte, fiscal y defensor, acusador y acusado; y recuerda también que estás afrontando un juicio.
Así pues, enfréntate a los hechos directamente. Hazte preguntas concretas a ti mismo y exígete respuestas directas. Una vez que hayas terminado el examen, sabrás más sobre ti mismo.
Si tienes la sensación de no poder ser un juez imparcial en este autoexamen, confía en alguien que te conozca bien y que pueda actuar como tal, hasta que tú sea capaz de examinarte a ti mismo.
Lo que andas buscando es la verdad. Consíguela, sin que te importe a qué precio, aun cuando puedas sentirte temporalmente avergonzado por ella.
Cuando se le pregunta a la gente qué es lo que más teme, la mayoría contesta: “No temo a nada”.
La contestación es inexacta porque pocas personas se dan cuenta de que se encuentran atenazadas, obstaculizadas, fustigadas en lo espiritual y en lo físico por alguna forma de temor.
La emoción del temor se halla tan sutil y profundamente enraizada que uno puede pasar por la vida sobrellevándola sin llegar a reconocer jamás su presencia.
Sólo un análisis valeroso pondrá al descubierto la presencia de este enemigo universal.
Cuando inicies este análisis, busca a fondo en tu carácter. A continuación, te ofrecemos una lista de los síntomas que debería buscar en ti mismo.
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Síntomas del Temor a la Pobreza
Indiferencia
Suele expresarse a través de una falta de ambición; de una predisposición a tolerar la pobreza; de una aceptación, sin protestar, de toda aquella compensación que la vida pueda ofrecer; de una pereza mental y física; de una falta de iniciativa, imaginación, entusiasmo y autocontrol.
Indecisión
El hábito de permitir que los demás piensen por uno. El de mantenerse “al margen”.
Duda
Expresada generalmente por medio de justificaciones y excusas diseñadas para encubrirse, rechazar con explicaciones, o disculpar los propios errores, lo que a veces se expresa en forma de envidia hacia aquellos que han alcanzado el éxito, o bien se los critica.
Preocupación
Suele expresarse por el descubrimiento de faltas en los otros, una tendencia a gastar más de los ingresos propios, un descuido del aspecto personal, la burla y el fruncimiento de cejas; el descontrol en el uso de las bebidas alcohólicas y, a veces, en el uso de narcóticos; nerviosismo, falta de severidad y de autoconciencia.
Precaución excesiva
La costumbre de mirar el lado negativo de toda circunstancia, de pensar y hablar de posible fracaso, en lugar de concentrarse en los medios para alcanzar el éxito.
Se conocen todos los caminos que conducen al desastre, pero nunca se buscan los planes precisos para evitarlo.
Se espera “el momento adecuado” para empezar a poner en acción ideas y planes, hasta que la espera se transforma en un hábito permanente.
También se recuerda a aquellos que han fracasado, y se olvida a los que han tenido éxito. Se ve el agujero del donut, pero no se ve el donut.
Es el pesimismo, que conduce a la indigestión, al estreñimiento, a la autointoxicación, a la mala respiración y a una mala disposición.
Postergación
La costumbre de dejar para mañana aquello que se debería haber hecho el año anterior.
Pasarse mucho tiempo buscando justificaciones y excusas para no realizar el trabajo.
Este síntoma se halla estrechamente relacionado con el de la precaución excesiva, la duda y la preocupación.
La negativa a aceptar la responsabilidad siempre que ésta se pueda evitar. La disposición de llegar a un acuerdo, en lugar de levantarse y luchar a pie firme.
El comprometerse con las dificultades, en lugar de dominarlas y utilizarlas como peldaños para seguir subiendo.
El intentar negociar con la vida por centavos, en lugar de exigir prosperidad, opulencia, riquezas, satisfacción y felicidad.
Planificar lo que se ha de hacer si y cuando se haya producido el fracaso, en lugar de quemar todos los puentes y hacer que la retirada sea imposible.
La debilidad de la confianza en uno mismo, y, a menudo, la total ausencia de la misma, así como de la definición de propósito, autocontrol, iniciativa, entusiasmo, ambición, frugalidad y una sana habilidad para el razonamiento.
El esperar la pobreza, en lugar de exigir la riqueza. El asociarse con aquellos que aceptan la pobreza, y no buscar la compañía de quienes exigen y reciben la riqueza.
