Te damos la bienvenida al Día 11 de este Tratamiento Metafísico para la Salud. ¡Deseamos que lo disfrutes a pleno!
Introducción: Decretos y Afirmaciones Positivas
Lee en voz alta, entre 1 a 3 veces por día.
¡Yo (mi nombre y apellido) gozo de Excelente Salud y Soy Feliz!
¡Disfruto de una Salud Perfecta y vivo en constante Bienestar!
¡Creo Paz en mi Espíritu, Claridad en mi Mente y Salud en mi Cuerpo!
¡La Salud Perfecta es el estado natural de mi Ser!
¡Estoy rodeado de personas Saludables y Felices!
¡Estoy Feliz y Sano! ¡Vivo Feliz y plenamente!
¡La Vida sólo me pide Ser Feliz! Por eso…
¡Soy Muy Feliz, Aquí y Ahora!
¡Gracias, gracias, gracias!
Lectura del Día
En la lectura del Día 11 del Tratamiento Metafísico para la Salud hablaremos sobre el perdón. ¡Que lo disfrutes!
El perdón
El paso siguiente es el perdón. Perdonarnos y perdonar a los demás es algo que nos libera del pasado.
En “A Course In Miracles” (un curso en milagros) se reitera una y otra vez que el perdón lo resuelve casi todo.
Yo sé que cuando nos quedamos atascados, por lo general eso significa que hay algo más que perdonar.
Si en el momento presente no vamos fluyendo libremente con la vida, generalmente eso quiere decir que nos estamos aferrando a algo pasado.
Puede ser arrepentimiento, tristeza, dolor, miedo, culpa, reproche, cólera, resentimiento e incluso, a veces, deseo de venganza.
Cada uno de estos atados se genera en un reducto de dureza, en una negativa implacable a renunciar, a aferrarse y a instalarse en el presente.
El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. Y la senda que conduce al amor es el perdón.
Al perdonar se disuelve el resentimiento. Es una actitud que suelo abordar de diversas maneras.
Ejercicios
La disolución del resentimiento
Este ejercicio para disolver el resentimiento siempre funciona.
Siéntate tranquilamente con los ojos cerrados, y deja que mente y cuerpo se relajen.
Después, imagina que estás sentado en un teatro a oscuras, frente a un pequeño escenario.
En él, pon a la persona contra quien sientas más resentimiento; no importa que pertenezca al pasado o al presente, que esté viva o muerta.
Cuando la veas con claridad, imagina que a esa persona le suceden cosas buenas, cosas que serían importantes para ella, y obsérvala sonriente y feliz.
Mantén durante unos minutos esta imagen y después deja que se desvanezca. Si quieres, puedes finalizarlo ahí o sumarle este otro paso:
Cuando la persona desaparezca del escenario, instálate allí tú mismo. Imagínate que te suceden cosas buenas, obsérvate feliz y sonriente.
Date cuenta de que la abundancia del Universo está al alcance de todos nosotros.
Este ejercicio, disuelve las sombrías nubes del resentimiento con que la mayoría de nosotros cargamos.
Cada vez que lo hagas, imagínate una persona diferente. Practícalo una vez por día durante un mes, y observa cuánto más ligero te sientes.
La venganza
Quienes caminan por la senda espiritual conocen la importancia del perdón, pero entre nosotros hay personas que necesitan un paso previo antes de poder perdonar totalmente.
A veces, al niño que llevamos dentro, para sentirse en libertad de perdonar, le hace falta primero vengarse. Por eso, este ejercicio es muy útil.
Con los ojos cerrados, siéntate en silencio, tranquilamente. Piensa en las personas a quienes más te cuesta perdonar.
¿Qué te gustaría realmente hacerles? ¿Qué tendrían que hacer para que las perdonaras?
Imagínate que eso sucede ahora; entretente en los detalles. ¿Durante cuánto tiempo quieres que sufran o que hagan penitencia?
Cuando sientas que ya has acabado, condensa el tiempo y da todo por terminado, para siempre.
Generalmente, en este momento uno se siente más ligero y se le hace más fácil pensar en perdonar.
Complacerse diariamente en este ejercicio no sería bueno para ti, pero hacerlo una vez, a modo de cierre de un capítulo, puede ser muy liberador.
El perdón
Ahora ya estamos en condiciones de perdonar. Si te es posible, haz este ejercicio en pareja; sino, hazlo solo, pero siempre en voz alta.
Vuelve a sentarte quieto, con los ojos cerrados, y di: “La persona a quien necesito perdonar es …, y la perdono por …”.
Repite insistentemente el ejercicio. A algunos tendrás muchas cosas que perdonarles, a otros solamente una o dos.
Si trabajas en pareja, haz que él —o ella— te diga: “Gracias, ahora te libero”. Si trabajas solo, imagínate que la persona a quien estás perdonando te lo dice.
Hazlo durante cinco o diez minutos por lo menos, buscando en tu corazón todas las injusticias que aún albergas, y después suéltelas; no sigas aferrándote a ellas.
Visualización
Si puedes, haz que alguien te lo lea, o grábalo para escucharlo después.
Empieza visualizándote como una criatura de cinco o seis años.
Mira profundamente los ojos de ese niño. Mira la ansiedad que hay en ellos y comprende que la única cosa que quiere de ti es amor.
Tiéndele los brazos y envuélvelo en ellos. Abrázalo con amor y ternura, díle cuánto lo amas, cuánto lo quieres, cuánto te importa.
Admira a ese niño, admíralo totalmente y dile que está perfectamente bien cometer errores mientras se aprende.
Prométele que tú estarás siempre con él, pase lo que pase.
Ahora, deja que ese niño se vuelva muy, muy pequeño, hasta que pueda guardártelo dentro del corazón.
Consérvalo allí para que cada vez que mires abajo puedas ver esa carita que se levanta para mirarte y brindarte todo su amor.
Ahora, visualiza a tu madre como a una niña de cuatro o cinco años, asustada y en busca de amor, sin saber dónde encontrarlo.
Tiéndele los brazos, abrázala y hazle saber cuánto la amas, cuánto te preocupas por ella. Dile que puede confiar en que tú estés siempre allí, pase lo que pase.
Cuando se tranquilice y empiece a sentirse segura, deja que se vuelva muy pequeñita, hasta que puedas albergarla en tu corazón, y guárdala allí, junto con tu niño, para que se den muchísimo amor el uno al otro.
Ahora imagínate a tu padre como un niño de tres o cuatro años, asustado y llorando, en busca de amor. Mira cómo le ruedan las lágrimas por la carita, sin saber a quién volverse.
Tú, que ya sabe cómo consolar a niños asustados, tiende los brazos para acoger al cuerpecito tembloroso.
Consuélalo, arrúllalo, hazle sentir cuánto lo amas. Asegúrate que estarás siempre allí, con él.
Cuando se le hayan secado las lágrimas, y cuando tú puedas sentirlo lleno de amor y de paz, deja que se vuelva muy pequeño hasta que puedas acogerlo en tu corazón.
Y guárdalo allí para que los tres pequeños puedan darse unos a otros mucho amor, y tú puedas amarlos a los tres.
Hay tanto amor en tu corazón que con él podrías curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarte a ti.
Siente cómo una cálida ternura empieza a arder en el centro de tu corazón, algo afectuoso y dulce.
Y deja que ese sentimiento empiece a cambiar la forma en que tú piensas y hablas de tí mismo.
Cierre: Tratamiento de Sanación Interior
Relee este tratamiento varias veces por día.
En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero.
El cambio es la ley natural de mi vida, y al cambio doy la bienvenida.
Me dispongo a cambiar y decido modificar mi manera de pensar.
Decido cambiar las palabras que uso.
De lo viejo a lo nuevo, avanzo con júbilo y soltura.
Perdonar es, para mí, más fácil de lo que pensaba.
Perdonar hace que me sienta libre y sin cargas.
Con júbilo aprendo a amarme cada vez más.
Cuanto más me libero del resentimiento, tanto más amor tengo para expresar.
El cambio de mis pensamientos hace que me sienta una buena persona.
Estoy aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer.
Todo está bien en mi mundo.