F.C. Globalización e individualización… dos fenómenos paralelos que se están realizando en este momento; luego de estos acontecimientos hemos visto que en una ciudad tan impersonal como es New York, hoy en día la gente se saluda, se ve a los ojos, reza junta, prende velas… pareciera que solo el sufrimiento es el que nos lleva a la unión, pareciera que solo el terror es el que nos abriga… ¿Podríamos aprender del placer también?
D. CH. Yo espero que si… la gente hace transformaciones grandes en su vida cuando están enfermos y si alguien tiene una enfermedad muy severa, cambia el estilo de vida por completo.
Ahora, la enfermedad está en el mundo y en la sociedad y esto debe ser usado como una oportunidad para la transformación. Es muy triste tener que llegar a ese punto para comenzar a hacer ese cambio. La globalización es inevitable, Internet, TV, etc… nos estamos convirtiendo en una comunidad global por el solo hecho tecnológico. El peligro de la globalización sin embargo, es que puede convertirse en un imperialismo cultural, por lo tanto, unos pocos países y corporaciones multinacionales muy poderosas van a querer controlar al mundo culturalmente y ese imperialismo cultural puede estar amenazando a la ira y puede estar haciendo sentir en muchas partes del mundo su supervivencia cultural amenazada.
En este proceso de globalización, lo importante es sentir mucho respeto hacia otros valores culturales y condiciones étnicas. Si nuestra evolución espiritual se mantiene al mismo ritmo que la tecnológica, entonces estamos a salvo… a lo mejor esta desgracia ocurrida contribuye a que eso suceda.
F.C. En su maravilloso libro “Conocer a Dios”, me llama mucho la atención el planteamiento que ahí hace, soy de los que creo y esto es particular, que hemos vivido criados en una especie de selva, esperando que algún día alguien nos rescate, esperando que venga un helicóptero a salvarnos… y de alguna manera que el jefe de dicho rescate es Dios… y eso nos ha hecho ver a Dios muy lejos, muy distante y como distraído siempre de nuestra propia realidad. Creo que una nueva visión de Dios, una visión de Dios como esencia y mucho más cercana, pueda ayudarnos en este re-encuentro.
D. CH. Nuestra idea de Dios por lo general se basa en nuestro estado de conciencia cuando nuestro sistema nervioso está en el proceso de respuesta de la agresión y la huida, estamos asustados, aquí proyectamos a Dios como un Dios protector.
Cuando estamos en la etapa de respuesta del ego, que es la re-activa, proyectamos a un Dios todo poderoso y controlador.
Cuando tenemos paz interna Dios es el redentor. Cuando somos intuitivos Dios es comprensión. Cuando somos creativos Dios es el gran creador. Cuando somos Visionarios Dios se nos manifiesta como Milagros. Y cuando nos conectamos con la Fuente ¡¡¡Dios lo es Todo!!!…
F.C. En “El Camino hacia el Amor” usted habla de un concepto de misticismo a través de la relación de pareja… donde dice que una persona enamorada es la persona más cercana a una experiencia mística. ¿Podemos hablar entonces que es la relación de pareja el camino más cercano a evolucionar y entender cosas dentro de nosotros?
D. CH. La relación de pareja es la mejor forma de encontrar la divinidad. Enamorarse románticamente es una experiencia espiritual; cuando uno se enamora, se confunde, pierde sus certezas habituales y ese es el primer paso… es una sensación de ser vulnerable y estar expuesto, de estar dispuesto a la transformación, de tener el corazón liviano y de tener una canción dentro de uno.