Baja la Lupa y Sube el Espejo: es hora de Asumir Responsabilidades. No existe peor estado para una persona que estar en negación.
Cuando no aceptamos nuestras conductas, defectos de carácter, fallas y debilidades simplemente estamos evadiendo nuestra responsabilidad en cualquier situación.
Nos resulta más fácil señalar al otro, criticarlo, juzgarlo, mostrarle sus fallas y las cosas que debe cambiar, que evaluar nuestra propia conducta y comportamiento.
Muchas veces, nos encontramos en relaciones conflictivas, con la pareja, los hijos, familiares, amigos o compañeros de trabajo. Y se nos hace más fácil señalar al otro como el responsable de lo que sucede.
No se nos ocurre pensar que hay comportamientos en nosotros que también están alimentando el conflicto, nos creemos perfectos.
Llenos de ego, no podemos admitir que somos seres imperfectos al igual que las personas con las cuales nos relacionamos.
Nos cuesta mucho ver nuestros defectos de carácter, porque nos hacen sentir vulnerables.
Y no reconocemos que hacerlo es una maravillosa oportunidad para corregir. Y trabajar en un cambio personal que puede hacer de nuestra vida algo muchísimo mejor.
Cuantas veces hemos escuchado a personas separadas o divorciadas hablando tan mal de su ex-pareja.
Buscando justificar la decisión de su separación o la propia falta cometida, sin asumir su cuota de responsabilidades en ello.
Nos resulta muy fácil identificar el comportamiento en el otro que nos molesta…
Pero no nos detenemos a pensar que aquello que tanto me molesta de una persona es algo que debo evaluar y trabajar en mí mismo.
Las personas que llegan a nuestra vida son espejos que vienen a enseñarnos esos aspectos que estamos negados a ver en nosotros mismos.
Así que la próxima vez que algo te cause molestia de una persona, antes de juzgar y de señalar, antes de subir la lupa para ver los defectos del otro, mírate a ti mismo.
Sube el espejo y has un verdadero trabajo de reconocimiento en ti. Evalúa si tú mismo tienes ese comportamiento y no te has dispuesto a reconocerlo.
Hace poco estaba muy enojada porque sentía que no era valorada por una persona cercana a mí, juzgue su comportamiento, llegué a muchas conjeturas.
Pero luego en calma y serenidad decidí bajar la lupa, dejé de analizar al otro y decidí subir el espejo, y allí estaba la respuesta.
Era yo quien jugaba conmigo misma, era yo quien había dejado de darme mi valor, aceptando una situación que no era adecuada para mí, porque no era lo que realmente deseaba.
Entonces entendí, el enojo no era porque esa persona no me daba el valor que deseaba, era yo misma que había dejado de hacerlo.
Puede parecerte una tontería, quizás no lo creas, pero es cierto, cuando una persona entra en un proceso de restauración y recuperación emocional.
Con verdadero compromiso, llega a conocer muchas herramientas que le permiten ver las soluciones más triviales a situaciones que pueden parecer enormemente difíciles de superar…
Y no es más que nuestro miedo, el ego, que no nos dejan ver lo sencilla que es la vida, que nos hace creer que tenemos el poder de resolver todo.
Nada más lejos de la verdad, ese poder sólo lo tiene Dios, o el Poder Superior en el que sea que creas.
Muchas veces no entendemos porque una persona a cambiado su actitud hacia nosotros, y podemos llegar a juzgarlos.
Nuevamente es momento de asumir responsabilidades, de subir ese espejo y de evaluarnos, qué es lo que hemos estado haciendo.
Cómo hemos estado comportándonos nosotros, si es cierto… podemos pensar:
“Si está molesto o en conflicto es su problema, no el mío”
No debemos tomarnos responsabilidades que no nos competen, pero hagámoslo luego de habernos hecho esta pregunta:
“¿He actuado yo de alguna manera irresponsable o inapropiada con esa persona?”
Si la respuesta es no, entonces suéltalo y déjala resolver su conflicto, no puedes ayudarle.
Pero si te analizas y has notado algún comportamiento inapropiado, entonces pide disculpas y enmienda.
No podemos ir por la vida ofendiendo a los demás sin pretender vivir consecuencias por nuestras acciones.
Vamos a ser compasivos en forma sana, tratemos a los demás de la misma forma en que queremos ser tratados, es la regla de oro.
Como nos dice la palabra en Lucas 10:27
“AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA, Y CON TODA TU MENTE, Y A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.”
Es simple, ama a los demás de la misma forma en que te amas a ti.
Seamos responsables de nuestro comportamiento, vamos a dejar de señalar, dejemos de echarle la culpa al otro.
Tómate el tiempo de subir tu espejo y evalúate, sin auto-castigo, de forma honesta y responsable, no para sentirte mal.
Sino para buscar mejorar, para aceptarte como eres, un ser imperfecto con defectos pero con muchas virtudes.
Eres un ser único y maravilloso, creado con un amor inmenso por un Dios justo y amoroso que puede darte la fortaleza necesaria para que seas cada día mejor.
Deja de engañarte, el único que sale perdiendo eres tú. Sé valiente y da el paso para alcanzar ser esa criatura preciosa y maravillosa que tu Poder Superior ha creado.
¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo?
¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
Lucas 6: (41-42)
Por Leidis Luis
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