“La fraternidad es el amor recíproco, la tendencia que conduce al hombre a hacer para los demás lo que él quisiera que sus semejantes hicieran para él.”
Giuseppe Mazzini
“La segunda ley espiritual del éxito es la ley del dar. También podría llamarse la ley del dar y del recibir porque el universo opera a través de un intercambio dinámico. (…)
Toda relación es una relación de dar y recibir. El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar. (…)
En realidad, recibir es lo mismo que dar, porque dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo.
Y si detenemos el flujo de alguno de los dos, obstaculizamos la inteligencia de la naturaleza.”
Deepack Chopra
Ver por los Otros
A temprana edad se arraiga en nuestro patrón de conducta el que debemos ver antes por los otros, que por nosotros mismos.
Condicionados a que si queremos ser considerados como personas generosas, compasivas, no envidiosas ni egoístas, debemos dar primero para recibir.
Basado en la conciencia de merecimiento, es necesario sentirnos dignos de que los otros nos den o nos apoyen o, si por el contrario, sólo nos debemos preocupar por nuestro deber de ser fuertes para los demás sin esperar nada a cambio.
El dar nos otorga el poder y el recibir nos hace perderlo, convirtiéndonos en seres vulnerables ya que quedamos en deuda con quien nos otorga un beneficio.
En una relación, cuando una de las dos personas no sabe recibir, levanta un muro a su alrededor que aleja a la otra persona.
En todas las relaciones interpersonales, es imprescindible lograr un justo equilibrio entre el dar y el recibir.
Por eso es fundamental reflexionar sobre los motivos que se esconden en la base de ese desequilibrio.
Dar implica acercarse al mundo interior de la otra persona, para lograr descubrir sus necesidades emocionales, sociales o materiales.
Solo así se ayuda. La clave es la receptividad necesaria para abrir los sentimientos y emociones, algo que no siempre se está dispuesto a hacer por no sentir vulnerabilidad.
Pérdida del control
Al dar, la sensación de control aumenta. Cuando se recibe la sensación es ceder el control a la otra persona, se suele sentir incertidumbre y miedo.
Amor Recíproco y Merecimiento
Creencia de reconocimiento por lo que hacemos y no por lo que realmente somos.
Esto genera cierta falta de confianza cada vez que recibimos algo de los demás, una desconfianza que proviene de los problemas de autoestima y de pensar que no somos merecedores.
Amor Recíproco y el Ego
Al recibir más de lo que damos, somos personas egoístas y narcisistas, incapaces de preocuparse por los demás. Anteponer las necesidades de los demás a la felicidad propia.
Eludir el Compromiso
Creencia de que cuando recibimos algo, estamos obligados a corresponder ese favor, es la sensación de deuda lo que está en juego. La perspectiva del compromiso nos aterra.
El verdadero acto de dar es desinteresado y no debe implicar ninguna expectativa.
Equilibrio entre Dar y Recibir
Para lograr el equilibrio emocional entre el dar y recibir existe la Reciprocidad; donde cada parte de toda relación afectiva tiene la responsabilidad, de respetar a la otra parte, es el compromiso al 50-50 de un 100%.
Para ejecutar este equilibrio, es fundamental el uso de la consciencia, porque solo de ella se generan los cambios necesarios y transcendentales, en pocas palabras: La conciencia nos da poder personal.
Para recibir hay que dar, pero este acto también conlleva a dar equitativamente y no con la intención del fin, el de alcanzar algo a cambio porque el que se convertiría en lo que Erich Fromm definió como “amor mercantilista.”

Walter Riso
Deepak Chopra introduce un concepto fundamental y digno de tomar en consideración en la reciprocidad, tomado de «Las siete leyes espirituales del éxito»:
Amor Recíproco y la Intención
Al dar y al recibir, lo más importante es la intención.
La intención debe ser siempre crear felicidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por lo tanto, genera abundancia.
La retribución es directamente proporcional a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón.
Por eso, el acto de dar debe ser alegre; la actitud mental debe ser tal que se sienta alegría en el acto mismo de dar. De esa manera, la energía que hay en el acto de dar aumenta muchas veces más.
En realidad, practicar la ley del dar es muy sencillo: si deseamos alegría, demos alegría a otros; si deseamos amor, aprendamos a dar amor.
Y si deseamos atención y aprecio, aprendamos a prestar atención y a apreciar a los demás; si deseamos riqueza material, ayudemos a otros a conseguir esa riqueza.
Es decir, la manera más fácil de obtener lo que deseamos es ayudar a los demás a conseguir lo que ellos desean. Este principio funciona igualmente bien para las personas, las empresas, las sociedades y las naciones.
Si deseamos recibir el beneficio de todas las cosas buenas de la vida, aprendamos a desearle en silencio a todo el mundo las cosas buenas de la vida.
Incluso, la sola idea de dar, el simple deseo o una sencilla oración tienen el poder de afectar a los demás.
Esto se debe a que nuestro cuerpo, reducido a su estado esencial, es un haz individual de energía e información en medio de un universo de energía e información.
Somos haces individuales de conciencia en medio de un universo consciente. La palabra “conciencia” implica mucho más que energía e información –implica una energía y una información que viven en forma de pensamiento.
Por lo tanto, somos haces de pensamiento en medio de un universo pensante. Y el pensamiento tiene el poder de transformar.
La vida es la danza eterna de la conciencia, que se manifiesta como un intercambio dinámico de impulsos de inteligencia entre el microcosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo humano y el cuerpo universal, entre la mente humana y la mente cósmica.
Cuando aprendemos a dar aquello que buscamos, activamos esa danza y su coreografía con un movimiento exquisito, enérgico y vital, que constituye el palpitar eterno de la vida.
Dar de manera incondicional tiene una cosecha segura; la vida siempre regresa multiplicado lo que damos de manera incondicional, inclusive, a través de personas que menos lo esperamos.
Dar a una persona que no corresponde, no es el punto a entender, es el saber y manifestar que el equilibrio perfecto con que se maneja este plano donde existimos se mueve a través de leyes físicas universales.
Por lo que a la vuelta de la vida otra persona nos da multiplicado lo que con amor hemos dado. Todo retorna a su punto de partida, lo que se manifiesta en realidad es la intención con que lo ejecutamos.
Dar amor; dar con amor, compartir amor, retorna multiplicado, esta es la energía de la que está compuesto el todo.
La reciprocidad no implica una transacción de intercambio: tú me das y yo te doy, cuando sucede así, lo que se está creando es una relación de dependencia, la cual no representa un modelo de relación sano.
Amor Recíproco basado en la Generosidad
Es la capacidad de aportar en la relación de forma generosa, cálida y gratificante.
Cuando es uno que lo da todo, que pone todo en la relación y el otro se limita solo a recibir o de beneficiarse de lo que el otro da, se establece un desequilibrio.
Una relación desequilibrada no tiene la armonía, no tiene fuerza para fluir, ya que se estanca inmediatamente cuando la fuente de dar se interrumpe por cualquier motivo.
Para mantener una relación desequilibrada se necesita una energía adicional capaz de suplir el déficit que se establece.
Para crear esta fuente adicional, las personas suelen adoptar roles que justifiquen el desequilibrio.
Generalmente estos roles son; de víctima o del Héroe. La falta de reciprocidad refleja un problema de autoestima baja.
Es el caso donde cada uno de la pareja o relación (no necesariamente de intercambio sexual, estos casos son más del tipo general) donde el amor es la base, carecen de amor propio, se considera no digno de ser amado.
Esta dinámica se refleja por la inseguridad y el miedo de perder, o sentirse perdedor. La reciprocidad se expresa cuando dos personas maduras deciden construir un proyecto de la relación en común.
Y, en este proyecto, cada uno aporta de forma generosa las cosas que puede aportar, que son diferentes, pero todas son necesarias.
Cuando cada uno participe activamente en el proyecto de la relación, aportando su esfuerzo, dedicación y recursos a fin de procurar que la relación crezca y se fortalezca cada día.
Siendo sensibles e empáticos con las necesidades del otro. La reciprocidad está presente cuando los dos mantienen la actitud de aportar, sin llevar las cuentas de lo que da el otro.
Es importante mantener la sensación de la igualdad en el aporte, de que nunca el uno se aprovecha del otro o le quiere sacar alguna ventaja.
Es procurar el bienestar del otro sin descuidar el propio. Intercambiar las fuentes de energía del amor para crear abundancia emocional.
La capacidad de recibir es la capacidad de ser agradecido con los demás. De ser humildes y poder decir “Sí, necesito ayuda. Sí, necesito amor”. Eso es algo que no todos pueden hacer.
Recibir es abrir nuestro corazón al amor de los demás sin temor a ser rechazados pero más aún, es entregarnos al amor de los demás dejando atrás pensamientos como “no lo merezco”.
Todos venimos a este mundo a dar y recibir amor. No se requiere más energía que esta para ser feliz. Mas el paso crucial a la felicidad proviene del Amor que nace del corazón…
No del Ego, de la mente, el amor incondicional es aquel que te toma de la mano y te levanta, como el de los padres hacia sus hijos.
El que pertenece a la intuición y no obedece a la razón, ni al interés material. Lo demás a lo que aspiras se te es otorgado por derecho. El Todo es Amor Recíproco.
Autora: Nordyl Núñez Alvarez
Libros: “Consciente-mente”; “El todo es Amor”; “Recopilaciones para una Mente Constructiva”; “Programación Consciente para Ser Libre de la Mente”
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Es fundamental comprender que el amor es reciprocidad, para sentirnos amados y apoyados, para no sentirnos abandonados por la persona que está con nosotros en el momento que más la necesitamos, como una enfermedad grave o un grave problema personal de trabajo o de dinero, hay que estar en las malas situaciones, y no desechar tanto como se hace actualmente a la gente fracasada. Porque sin sensibilidad y empatía no puede existir el amor, tenemos que ponernos en la situación de los demás. Cuando nos percatamos que no hay amor compasivo en la relación, si necesitamos que nos cuiden y nos tienen abandonados, las sensaciones que sentimos ante la indiferencia, no es la del despecho o la infidelidad, sino la pura desilusión, de que todo se desvanece y se viene abajo, de que ya da todo igual.
En el amor es preciso ser incondicional cuando la situación lo requiere. La conmiseración consiste en compartir el dolor ajeno, identificarnos y ponernos en la situación de los demás, y hacerlo nuestro. Cuando las cosas van mal, la mayoría de las veces es porque el amor llega disfrazado de omnipotencia e intentamos imponer nuestras opiniones e ideas al otro, y ese es un grave error. Si hay amor, la obligación por ayudar y proteger a la persona que amamos, nace de nuestro interior sin condiciones, con sosiego, y sin obsesión y sin apego. Cuando el amor se instala en el corazón de una persona, sobran los convencionalismos, las normas sociales, la moral e incluso la virtud. Todo sale con fluidez, sin esforzarse en exceso, y sin necesidad de luchar mucho por ello, con desenvoltura. El amor nos da valor, energía, constancia, disciplina, cuando se ofrece con total sencillez, no existen balanzas para compensar favores, ni cuentas que cobrar ni pagar, y nunca se reclaman compensaciones cuando es sincero.
El amor completo no se deteriora con el placer del sexo, ni con su extinción, ni tampoco consiste en procurar que esté a gusto el otro a cualquier precio y circunstancia, procurando el bienestar de la persona a la que amamos, que nace de la libertad y el sosiego, es necesario pues para amar estar avezados siempre para el sacrificio, porque el amor se enaltece y se agranda en la renuncia que muchas veces la vida nos obliga a soportar.
ARTURO KORTÁZAR AZPILIKUETA MARTIKORENA ©